Las formaciones arbustivas: matorrales y arbustedos

Introducción

Las formaciones arbustivas de los Montes de Toledo constituyen las etapas seriales de los bosques. Asimismo, pero en menor medida y de forma ocasional, pueden originar comunidades permanentes en las que los bosques no consiguen instalarse por diferentes circunstancias edáficas o climáticas.

El matorral es la comunidad más evolucionada y procede en su mayoría de la degradación de los bosques. Estas perturbaciones, como los incendios, las rozas, el pastoreo, las talas o el carbonero propician un proceso de regresión por parte de los bosques hacia comunidades menos evolucionadas como son los matorrales y los pastizales, que conforman la vegetación real en zonas que corresponderían a una vegetación potencial de bosques como alcornocales, quejigares, encinares o fresnedas.

Algunas perturbaciones como los incendios reducen la cobertura vegetal de los suelos, provocando el arrastre de los materiales ante cualquier aguacero o temporal y, por consiguiente, una pérdida de los principales horizontes edáficos. Este proceso empobrece el suelo y ralentiza la recuperación de los bosques.

Por otro lado, la constante presión herbívora por parte de los cérvidos sobre las especies más evolucionadas como los matorrales de leguminosas, los arbolillos o las plántulas de quercus impiden el progreso natural de la vegetación hacia comunidades de un mayor nivel evolutivo. Sin embargo, hay casos de especies arbustivas –como los jarales– que son muy estables en las condiciones actuales, lo que requiere un largo periodo de tiempo para que se inicie la incorporación de otras especies arbustivas que den, a su vez, paso a los primeros arbolillos.

El abandono rural, que disminuye el cultivo y aumenta la desaparición del ganado caprino, da lugar a un proceso de recuperación actual de arbustos y matorrales. Los primeros en ocupar los espacios herbáceos creados por el hombre a través de sus actividades son los matorrales primo-colonizadores como los cantuesos, tomillos y jaras. Este es proceso dinámico sucesional progresivo continúa hasta la formación de los nuevos bosques.

Formaciones arbustivas en Cabañeros

Las formaciones arbustivas representan el 44.4% de la superficie del parque nacional. Por tanto, la mayoría de los bosques potenciales de Cabañeros los ocupan sus matorrales y arbustedos de sustitución.

Los matorrales altos o arbustedos son los más evolucionados, los más próximos a la clímax. Los componen los madroñales, los coscares, los lentiscares o los escobonales. En cuanto a los menos evolucionados, de porte medio o bajo (meso o nanofruticedas), destacan los brezales, romerales, canteares, jarales y tomillares. La clasificación de estas formaciones no es fácil debido a la aparición de situaciones intermedias, que llegan incluso a veces a formar comunidades climáticas.

Hay formaciones arbustivas que no proceden de la degradación de los bosques. Estas comunidades se denominan permanentes y las forman algunas especies leñosas, por lo general, de pequeño porte, como matas y pequeños arbustos, que están suficientemente bien adaptadas para soportar condiciones complicadas como la escasez de suelo, la anaerobia, la alta presencia de sales o el exceso de acidez.

Tipos de matorrales en Cabañeros

Matorrales de cumbre

Las comunidades arbustivas cacuminales, denominadas así por su localización en los puntos más elevados de las sierras, constituyen un ejemplo de matorrales permanentes orófilos. Con una escasa y localizada distribución en los Montes de Toledo, se asientan sobre suelos poco desarrollados y en condiciones climáticas complejas, donde hay bajas temperaturas invernales, fuertes vientos y una elevada insolación y exposición.

El principal ejemplo de esta formación se encuentra en el pico más elevado de Cabañeros, el macizo de Rocigalgo, con 1449 m de altitud. Las leguminosas son los elementos florísticos más representativos, entre las que destacan Echinospartum ibericum, Adenocarpus argyrophyllus y Genista cinerascens. José Secall e Inda, (1853-1918), botánico y Profesor de la Escuela de Montes de El Escorial, citó en 1897 el relicto piorno serrano Cytisus oromediterraneus (= Cytisus balansae subsp. europeus) en las cumbres del Rocigalgo como otro posible elemento orófito (que habita en lo alto de la montaña), muy presente en la cercana Sierra de Gredos.

En la actualidad, estas especies de leguminosa se encuentran amenazadas por el diente de los herbívoros debido a que son altamente palatables. Es por ello que se han vallado algunas zonas. La comunidad leguminosa que aparece en las cumbres del Rocigalgo pertenece a la asociación Adenocarpetum argyrophylli.

En la sierra de las Villuercas, provincia de Cáceres, se han propuesto recientemente asociaciones Genisto cinerascentis-Adenocarpetum argyrophylli y la subasociación echinospartetosum iberici (Vicente-Orellana y Galán de la Mera, 2008, que muestran estas comunidades orófilas supramediterráneas en los crestones cuarcíticos.

Los matorrales de zonas higroturbosas

Las zonas higroturbosas son áreas con encharcamientos permanentes donde solo los arbustos, herbáceas y briófitos especializados son capaces de sobrevivir en condiciones de anaerobia y de extrema acidez. Estos ecosistemas se han denominado turberas, trampales, bonales o bohonales.

Tienden ocupar superficies muy pequeñas, normalmente inferiores a las 10 hectáreas, y se localizan en dos situaciones topográficas diferentes:

  • Al pie de las laderas de sierra, lugares sin pendiente donde no se han creado depósitos coluviales. Poseen un drenaje deficiente y gran freudismo. Por ejemplo: turbara Fuente de las chinas.
  • En los bordes de los arroyos y barrancos de las rañas. Por ejemplo: El breñoso, Barranco de Riofrío, La Ventilla.

La comarca de los Montes Norte de Ciudad Real, que incluye parte del Parque Nacional de Cabañeros, alberga una buena representación de estos Bonales sobre todo cerca de Piedrabuena y la Puebla de don Rodrigo. Estas comunidades contienen especies protegidas debido a su escasez y singularidad, además, existen taxones turfófilos y atlánticos típicos en latitudes más septentrionales.

Estas especies como brezos (Erica tetralix, Erica lusitanica, Erica scoparia), abulagas (Genista angélica y Genista tinctoria), brecina (Calluna vulgaris) o el mirto de Brabante (Myrica gale) constituyen sistemas altamente complejos en los que se originan pequeños mosaicos de distintas comunidades vegetales leñosas y no leñosas (brezales, mirtos, musgos, juncales, cárices, etc.). Siempre en función de diferentes gradientes, en especial de acidez y anomia, dando paso a una gran cantidad de unidades sintaxonómicas (asociaciones y alianzas) que conviven en reducidos espacios teselados.

 brecina (Calluna vulgaris)en  Castellar de los bueyes
Brecina (Calluna vulgaris)en Castellar de los bueyes
 brecina (Calluna vulgaris)en  Castellar de los bueyes
Detalle de brecina (Calluna vulgaris)

Dentro del parque nacional de Cabañeros podemos distinguir las alianzas Ericion tetralicis y Genistion micratho-anglicae. La Directiva Hábitats reconoce estas comunidades como hábitat prioritarios por su grado de especiación, su alto valor ecológico, su limitada representación y vulnerabilidad.

La mancha mediterránea

Se trata de una formación compuesta por matorrales y arbustos altos de estructura densa, que cuentan con una alta diversidad de especies leñosas que tapan las laderas de las sierras. Igualmente, se pueden localizar de forma aislada en las rañas, a modo de parches vegetales denominados <<manchos>> en la comarca. Estos últimos, muestran más degradado debido a su mayor accesibilidad para el carbono o el pastoreo. Se establecen, por tanto, en suelos pardos forestales y en las zonas menos alteradas por el hombre.

Las especies más características de la mancha mediterránea son:

  • Labiérnago (Phillyrea angustifolia)
  • Madroño (Arbutus unedo)
  • Durillo (Viburnum tinus)
  • Aladierno (Rhamnus alaternus) en zonas húmedas.
  • Lentisco (Pistacia lentiscus) en zonas más térmicas.
  • Especies lianoides como Hereda helix o Lonicera implexa.
  • Y en zonas donde no llega la luz y has escasas herbáceas: Ruscus aculeatus o Paeonia broteri.

Por lo general, son comunidades muy evolucionadas cercanas a la serie evolutiva de los bosques esclerófilos de encina y alcornoque y de los marcescentes de quejigo. Constituyen, pues, la etapa de sustitución más evolucionada, dominada en especial por los madroños (Phillyreo angustifoliae-Arbutetum unedonis).

Las Encinas, alcornoques y quejigos aparecen habitualmente entre los arbustos ya mencionados aportando a estas comunidades una mayor variedad de cobertura y actuando como refugio de especies de caza mayor como el ciervo y el jabalí. Además, los árboles sirven de cobijo para especies amenazas como el águila imperial o el buitre negro. La elevada presencia faunística disminuye estas formaciones de mancha mediterránea debido a la presencia de especies palatales y apetecibles como los madroños, labiérnagos u olivillas.

Ejemplos de manchas mediterráneas las podemos encontrar en la ruta de la Plaza de los Moros, en la colada de Navalrincón, donde destacan los lentiscos y labiérnagas, y en la Sierra del Chorito, con sus extensos madroñales.

Clasificación de los matorrales en Cabañeros

Bibliografía:

  • Vicente García Canseco (Coor.) (1997). Parque Nacional de Cabañeros. Madrid, España: Ecohábitat.
  • Perea García-Calvo, R., Perea Ruiz-Tapiador, D., Giménez Velasco, G.F. (2015). Vegetación y flora del Parque Nacional de Cabañeros. Volumen I. El paisaje vegetal: ecología, conservación y rutas de interés geobotánico. Madrid, España: Editorial Solitario